¿Por qué no tenemos carnaval?

Por Rodrigo Quintana

¿Y cuando es el carnaval de ustedes?, me preguntó una vez un amigo rioplatense.

Éste, me hacía sentir siempre como vocero de la transición, cada vez que debía explicarle monstruos nuestros como las AFP, Isapres, binominales, designados vitalicios y el por qué aquí no se halla esa costumbre.

En nuestro orden natural de las cosas, hay muchas imposiciones culturales, como si nos hubieran programado subliminalmente mediante un Plaza Sésamo conservador, filmado en estudios de la fundación Chile Mi Patria.

Nuestro país, debe ser de los pocos de raíz católico sin una celebración urbana de este tipo en las ciudades grandes. Siempre me dicen que hay en Chiu-Chiu, San Pedro, Toconao, Cariquima o Cancosa. Existe el del invierno en Punta Arenas y la municipalidad de Arica hace años organiza el denominado “Con la Fuerza del Sol”.

Pero mi amigo tenía en mente otra cosa, por haberse criado con dulce de leche y muy cerca del de Montevideo. Él preguntaba por Santiago, Valparaíso, Concepción y cada metrópoli del país coordinadas al mismo tiempo durante febrero.

Quienes siempre nos han gobernado, le tienen mucho miedo a esta apoteosis popular.

Casimiro Marcó del Pont los prohibió en 1806: “ninguna persona estante, habitante o transeúnte de cualquier calidad, clase o condición que sea, pueda jugar los recordados juegos u otros, como máscaras, disfraces, corredurías a caballo, juntas o bailes, que provoquen reunión de gentes o causen bullicio…”, decía el reglamento.

A esa autoridad le sucedió la “Policía del Buen Orden”, la cual emitió un decreto el 21 de mayo de 1823 donde se prohibieron las ramadas, chinganas y demás juegos populares.

Quienes han regido nuestra historia, se asustan con sus lecturas marxistas de Mikhail Bakhtin, quien acredita a esta gala como una oportunidad para transgredir las normas, ridiculizar a las autoridades y desayunarse con las reglas del decoro.

Sin embargo, otros como Umberto Eco vislumbran en éstos un escaso valor subversivo, pues son sólo un permiso transitorio para una burla moderada, fiadora de la estructura de poder imperante.

Viajeros que nos visitan desde siempre, se sorprenden cuando ven a los chilenos celebrando “demasiado” su aniversario patrio.

¿Será el 18 de septiembre nuestro carnaval? Imposible, pues ese festejo nativo busca cohesionar y reafirmar la pertenencia a la nación, ensalzar el régimen republicano junto con sus autoridades.

Hablamos de otra cosa, de un combate entre carne y cuaresma, donde se invierten simbólicamente las jerarquías mediante los disfraces y la parodia.

Años atrás recorrí, durante el cumpleaños de Chile varios pueblos de la V región y en todos se repetía la misma ceremonia: en lugar de bailar por las calles, se desfilaba marcialmente.

La fiesta era a la noche en las fondas, símiles de las tabernas, pero donde no hay carros alegóricos, comparsas o tambores. Incluso se dispone siempre una ramada oficial, donde al alcalde hasta lo aplauden.

“Tal vez los chilenos celebran tanto el 18, porque es el único permiso de los de arriba para festinar algo durante el año”, me inquirió el amigo extranjero.

En la España de los ochentas el Estado pagó a músicos, actores, dramaturgos, antropólogos y poetas para resucitar en sus pueblos de origen los carnavales que Franco había destruido.

Yacían en la memoria de los abuelos y debían ser enseñados de nuevo en las escuelas o barrios, labor que tomó años. Hoy la mayoría de éstos los ostentan, siendo muy rentables en lo turístico, por lo demás.

Qué decir del intento triste de la autoridad de acá por armar uno en Valparaíso, tal vez la urbe más necesitada de ellos para generar empleo.

Se hizo una versión descafeinada desde arriba, fechado entre navidad y año nuevo, justo cuando la gente debe trabajar. Traían delegaciones de capitales donde sí tienen de los de verdad, en un intento por enseñar en pocos días algo que toma tiempo asimilar y sentir.

Esa autoridad temerosa jamás promoverá este fenómeno y ningunea las experiencias en el mundo al respecto, no desea aceptar que esa algarabía se “respira en la calle / en la plaza / en la esquina del alma / en el fondo del club”.(1)

[1] Presentación 2007 en Carnaval de Montevideo de la Murga Asaltantes con Patente.

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