Pedro Antonio González (1863-1903), nacido en Curepto y fallecido en Santiago. De vivo talento, manifestado en sus tempranos versos, llevó una vida agitada: bebedor y bohemio, angustiado y pesimista, murió en la miseria y en la soledad, tras el abandono de su fe religiosa y un desastre matrimonial. Escribió en los diarios La Tribuna, La Ley, La Revista Cómica y Santiago Cómico, que aparecían en Santiago a fines del siglo XIX.

Romántico de espíritu, ha sido llamado el Padre del Modernismo chileno, acogió en parte la línea modernista de Darío y se constituyó en uno de los innovadores de la lírica chilena del siglo XX, tratando motivos de la realidad y del ambiente, combinados con una visión trágica de la existencia, en un lenguaje sonoro y plástico, algo exuberante.

Publicó un solo libro: Ritmos (1895), pero póstumamente aparecieron otros: Poesías (1905 y 1917) y El monje (1919). El poema de este título, así como “El proscrito” y “Mi vela”, son los que más han perpetuado su sello personal.

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