Neuromarketing: 8 cosas en el menú de restaurant que nos lava el cerebro

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Has quedado a almorzar con varias amigas y estás decidida a picar algo ligero, pero te sientas al fondo del local. ¡Error! El neuromarketing conseguirá que te metas un brownie entre pecho y espalda y, de paso, te gastes un 30% más de lo que esperabas. Si quieres evitar caer en la trampa, sigue leyendo.

Empecemos aclarando conceptos. El neuromarketing consiste en buscar correlatos biológicos o bioquímicos en el cerebro y asociarlos a una necesidad de compra. “Su objetivo no es engañar al cliente, sino guiarle hacia un determinado lugar, usando el marketing de siempre pero a un nivel neuroquímico”, explica Juanma Barberá, especialista en la materia y director de gastronomoymas.com. Colocar una barrera para pedir mesa a la entrada que hay mucha demanda es neuromarketing. Lo mismo que poner en la puerta pegatinas de guías de viajes, que la cocina se vea desde el comedor, que no huela a comida, la distancia entre las mesas… Todo eso es neuromarketing, una manera de influir en nuestro cerebro. ¡Que no te engañen! Aprende a decidir por ti misma.

1. Una imagen vale más que mil palabras. Sobre todo si nos hacen salivar. Algunas cartas van acompañadas de fotos que nos enseñan un producto muy apetecible y que hace que nos decantemos por él en lugar de por otras ofertas del menú, porque nuestro cerebro prefiere las imágenes a cualquier palabra que vaya escrita a su lado. Así parece indicarlo un estudio de la Association for Consumer Research (EE.UU.).Tenlo en cuenta a la hora de pedir y no te decepciones al comprobar que la foto y lo que te ha traído el camarero no guarda relación: el photoshop también existe en el mundo de la gastronomía.

2. Juego de cifras. ¿Cuestan los platos de la carta lo que valen? Pues no. Las cifras también tienen truco. “Existe un número maldito, que hace que todo parezca más caro y que es difícil ver en cualquier precio: el siete”, asegura Juanma Barberá. ¿Los favoritosdelcerebro?Los precios acabados en 5, y tambiénen 0 y en 9, son los más atractivos para nuestra mente.

3. Reclamos de salud. Las ensaladas, aunque estén bañadas en salsa y coronadas por bacon y un kilo de picatostes, tienen el término “saludable” en nuestro subconsciente. Pero no es la única idea preconcebida que puede dar al traste con la dieta más equilibrada. El icono de vegetariano, bajo en carbohidratos o libre de gluten te envía el mensaje “cómeme sin remordimientos”. Paloma Gil, doctora especialista en Endrocrinología y Nutrición, avisa: “Al escoger una ensalada puedes correr el riesgo de ingerir algo poco nutritivo y extracalórico. No la pidas con todos los ingredientes, no le eches el aliño y quédate con algo de hambre”.

4. Empezar con buen pie. Los entrantes se colocan en la esquina superior izquierda de la carta porque la leemos como si fuera un libro, de arriba abajo y de izquierda a derecha, volviendo hacia arriba al terminar. Y una vez que los aperitivos han captado nuestra atención, es difícil no elegir uno. Sobre todo porque debajo suelen estar las ensaladas, que pasamos más rápidamente. “Toma antes de llegar al restaurante un tentempié equilibrado para regular la saciedad y evitar la atracción por platos ricos en grasas y azúcares (o hidratos)”, sugiere Amil López Viétiez, doctora en Farmacia, nutricionista y creadora de dietacoherente.com.

5. Todo en una página. Se acabaron las cartas interminables. ¿Quién tiene tiempo de leerlas? Un estudio de la Universidad de Bournemouth (Reino Unido) ha concluido que, en restaurantes de comida rápida, nos basta con seis elecciones por categoría (entrantes, pollo, pescado, verdura, pasta, carne, hamburguesas y sándwiches, y postres). En los convencionales con siete entrantes, siete postres y 10 platos principales la cosa está resuelta. Ni más ni menos.

6. Comida con apellidos. Los productos con lenguaje descriptivo (“carne jugosa”, “habitas tiernas”…) se venden un 27% más y a los clientes les parecen más sabrosas, sin importarles el precio o su valor nutricional. Además, las frases nostálgicas (¡receta de la abuela!) y el término geográfico resultan más atractivos.

7. Dentro de la caja. Los platos “especiales”, que van destacadas con otro color y con unos glamurosos corchetes, suelen ser recetas nuevas que el restaurante está testando.Comprueba si, de verdad, merecen ese calificativo. “Las elecciones con la cabeza son mejores que las hechas con el estómago”, explica Gil.

8. Ojo al señuelo. Toda carta que se precie está salpicada de “propuestas señuelo”. ¿Qué son? Materias primas exóticas y de precio desmesurado que nadie va a pedir, pero que dan caché al local. Además, al lado de esas gulas carísimas, el chuletón te parecerá de lo más razonable… y apetecible.

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