Las 15 cosas que no entendemos de los hombres

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Eso de que ellos son de Marte y ellas de Venus pareció desvirtuarse en días pasados, cuando un estudio demostró que no hay diferencias morfológicas significativas entre el cerebro de un hombre y una mujer.

En realidad, de acuerdo con lo establecido por los psicólogos de la Universidad de Tel-Aviv, cada individuo, sin importar el género, tiene un “mosaico único” de características. Entonces, ¿dónde queda la sabiduría popular de que “todos los hombres son iguales” y dichos que aseguran que “los hombres no escuchan y las mujeres no entienden mapas”? “Somos más parecidos que diferentes”, explicó Wendy Newman, experta en relaciones y dinámicas masculinas-femeninas, y autora del libro 121 First Dates. “Aun así, aunque nuestras habilidades, pensamientos y deseos son similares, nuestro cableado, patrones de comportamiento, razones y modos de llevar a cabo una tarea, pueden ser muy distintos. Además, no hay que desconocer que existen divergencias biológicas y hormonales”.

Según la autora Alison Armstrong, famosa por sus estudios sobre el sexo opuesto, para entender a los hombres hay que reconocer, y respetar, que en su mayoría pasan por una serie de etapas, las cuales asocia con arquetipos del Medioevo: el paje o escudero es el niño inquieto que saca canas a su mamá, mientras fantasea con las aventuras de los caballeros. Al convertirse, en la juventud, en uno de ellos, no ocultará su pasión por la competencia, los retos, rescatar y conquistar damiselas. Luego llegará a la fase de príncipe, en la que se sentirá forzado a decir adiós a su apartamento patas arriba y trabajar fuerte para construir su reino; hasta cuando reciba la corona del rey. Es probable que algunas de sus conductas –como que deje el inodoro salpicado– no parezcan compatibles con ningún título nobiliario. Pero estas son 10 pistas que permiten esclarecer qué pasa por sus cabezas.

1. Su incapacidad para hablar

Cuando un hombre llega de pasar un rato con sus amigos, y su novia o esposa le pregunta: “¿Qué tal estuvo la salida?”, a ella posiblemente le tocará conformarse con un escueto “bien”, que refleja un desdén por los detalles. “Se estima que de la boca femenina salen entre 15.000 y 25.000 palabras al día, mientras que de la masculina, entre 7.000 y 12.000”, sostiene el psicoterapeuta de pareja José Alonso Peña. “La función del lenguaje es diferente para cada género: ellas lo usan para establecer vínculos y por eso terminan haciendo amistades en la fila del banco. Y no saben que para ellos solo se trata de comunicarse y que por eso es probable que no toquen típicos temas trascendentales, como la vida personal de los involucrados en la charla”.

Tip de seducción: una dama califica positivamente una cita si su compañero es buen conversador.

2. Su incapacidad para escuchar

El famoso “sí, sí, como tú digas”, suele exasperar a la mujer, que siente que su interlocutor no le está prestando atención y que para salir del paso dice cualquier cosa. “En realidad, nosotras hacemos mil preguntas a la vez y ya tenemos clara, de antemano, la respuesta que queremos. A veces lanzamos un “¿qué opinas?”, y ellos apenas están procesando la información cuando los interrumpimos con otro interrogante. “Lógicamente no responden y los acusamos de lentos”, confiesa la filósofa y coach de relaciones Carolina Alonso. “Tenemos que aprender a pedirles una sola cosa a la vez y a hablar de un solo tema”.

“Nosotras siempre esperamos ser escuchadas, sin importar lo que pase alrededor, porque tenemos la habilidad de oír a los demás, incluso cuando también estamos hablando. Ellos se pierden de lo que les decimos si están concentrados en algo más. Los hombres tienen la capacidad innata de desconectarse de su entorno”, observa Newman, autora del libro 121 First Dates. “Por eso no está de más preguntar: ‘¿Es un buen momento para contarte algo?’, y luego esperar por un ‘sí’ antes de empezar la conversación”.

Advertencia: los hombres aman resolver problemas. Si le cuenta a su pareja lo horrible que fue su día en la oficina, seguramente él se tomará en serio su papel, la interrumpirá para darle un consejo o decirle qué debió hacer. Y usted sentirá que no quiso escucharla y que le falta empatía. La próxima vez, antes de empezar el cuento, precísele que solo quiere desahogarse.

3. Su concreción

Si un hombre responde: “Nada” a la pregunta: “¿Qué piensas?”, es muy probable que esté pensando en “nada”. El significado de la palabra es diferente para el sexo opuesto: si a una mujer se le pregunta: “¿Qué te pasa?” y dice: “Nada”, entonces seguro sí pasa algo. Por lo general, si ellos hacen un comentario hay que limitarse a escuchar exactamente lo que dicen sin interpretarlos, sin buscar entre líneas su intención, o alguna pista sobre cómo está la relación. Así mismo, solo los hombres entrenados en el lenguaje femenino decodifican la expresión “la basura está llena” como “por favor, saca la basura”.

Tarea femenina: no mandar mensajes cifrados a ningún hombre.

4. Su afán por arreglarlo todo

“¿Para qué pagarle a un plomero?”, “¿para qué pedir indicaciones si tengo el mapa en mi cabeza?”. Es cuestión de ego, de probar su poder y les cuesta conectarse con la vulnerabilidad. El cerebro masculino funciona con objetivos que se deben cumplir sin ayuda.

Una contradicción: “Ser nuestros protectores es parte de su esencia”, afirma Newman. Lo curioso es que un resfriado los tumba de muerte en una cama y hay que cuidarlos como a niños chiquitos.

5. Sus ansias de ganar

Los hombres son competitivos por naturaleza. “Pero no intentarán hacer algo si creen que no tendrán éxito, pues prefieren invertir su energía en un objetivo que les dé la victoria”, advierte la experta. ¿Los platos nunca quedan lavados como usted le pide?, ¿la ropa le quedó mal doblada? “Las mujeres no debemos crear situaciones en las que, pase lo que pase, no quedaremos satisfechas. Cuando ellos no son capaces de hacer lo que queremos, al menos podemos reconocer y apreciar su esfuerzo”. En lugar de preguntarles “¿puedes hacer esto?” es mejor un directo “por favor haz esto”, y permitir que lo hagan a su manera… quizá también funcione.

6. Su apego al niño interior

La testosterona tiene la culpa de las horas interminables de videojuegos: los hombres disfrutan competir aunque sea en un mundo virtual, ese tipo de distracciones opera como una metáfora de su hombría. “Por eso nos gustan los superhéroes y seguimos viendo Dragon Ball aunque seamos adultos”, bromea Peña. Así mismo los gadgets, los carros con mayor potencia, lo último en tecnología, entre otros “lujos”, hacen las veces de trofeos del macho alfa.

Además… Para el sexo opuesto es importante enviar señales del estatus que se tiene en la manada. En una junta directiva marcarán su territorio, ya sea con un megaproyecto o con la opinión que más se escuche.

7. Su sentido del honor

El código de caballeros exige que se respete la palabra, no delatar a un compañero, y nunca hablar de su propia dama. Puede que entre amigos se refieran a otras mujeres y hagan chistes, pero callan cuando se trata de la suya. ¿Habrá el mismo silencio en las conversaciones femeninas? “Y a nosotras a veces nos molestan sus pactos, esa lealtad ciega con el amigo infiel. Odian quedar en ridículo y por solidaridad de género no ponen a uno de los suyos en esa situación”, observa Carolina Alonso.

8. Su eterno espíritu aventurero

Lo que una mujer tilda de inmadurez, irresponsabilidad y de crisis de mediana edad es para su pareja un imperativo, pues el caballero medieval que hay dentro de él nunca muere y desea emprender nuevos proyectos para retarse: desde viajar por el mundo hasta escribir un libro. “El mejor antídoto que tenemos para no amargarnos es aprender de ellos y empezar a vivir nuestras propias aventuras”, recomienda la especialista.

9. Su dificultad para hacer dos cosas a la vez

O más bien su gran capacidad para enfocarse en una única tarea. En un nivel macro, a un hombre se le facilita entregarse de lleno al trabajo. En la alegoría de Armstrong, su imperativo es construir un castillo. Esto no implica que no le importe su familia, sino que tiene instaurado el chip de proveedor. “En un nivel micro, existe el síndrome del hombre que para parquear el carro tiene que bajar el volumen del radio –comenta Peña–. “Conservamos el cerebro de cazador de los tiempos de las cavernas, cuando había que concentrarse ciento por ciento para atrapar a la presa. El que se distraía mirando a un pajarito podía ser devorado”. Por eso cuando un espécimen masculino ve un programa de televisión solo oye, ve y entiende ese programa.

Por cierto… Su fobia a pasear en los centros comerciales responde a que les cuesta comprender por qué las mujeres no se enfocan en lo que quieren y ya.

10. Su necesidad de tiempos de transición

Está comprobado: un hombre que llega del trabajo necesita entre 15 y 20 minutos antes de poder prestar atención a otro tema importante. “Es como si su cuerpo llegara a casa antes que su cerebro”, expresa Newman. Como las mujeres tienen fama de alternar entre una tarea y otra rápidamente (multitasking), un error común es bombardear a sus parejas con información que no recordarán. “No es que te ignore, es que literalmente no puede escucharte”.

11. Su ideología de que no todo es personal

Dos colegas llevan horas discutiendo sobre un punto, se han subido la voz, suenan como enemigos acérrimos. Y a la hora del almuerzo salen juntos como si nada. Las mujeres sí se toman una crítica a pecho, provenga de quien provenga. “Nos afecta de manera tan drástica que a veces nos motiva a cambiar la forma en que actuamos, y asumimos que con nuestras parejas pasará lo mismo. Pero, ¿han notado que la crítica rara vez hace que ellos cambien?”, cuestiona la autora Newman.

12. Su mala memoria

¿Será que la frase “perdono, pero no olvido” nació en una mente femenina? Para el género masculino “perdonar” no tiene la connotación de “una larga lista” que sale a relucir en cada pelea. Resulta que mientras los hombres son espaciales, las mujeres son temporales, para ellas el pasado sigue vivo y por si fuera poco, anticipan el futuro. Así que habrá un silencio incómodo si osan preguntarles a sus novios por el nombre de los hijos que algún día tendrán.

No se equivoque: se trata más bien de memoria selectiva. Tal vez no recuerde el nombre del hijo de su mejor amigo, pero sí recite la lista de subcampeones de cada Mundial de Fútbol desde 1930. De nuevo… ellos se enfocan.

13. Su manía de esconder las emociones

Más que no expresar los sentimientos, es que lo hacen de manera diferente. En su mayoría, los hombres no verbalizan, escogen callarse y aislarse.

Pero no siempre… Una noticia triste puede hacer que un individuo solo agache la cabeza con pesar, mientras que si su equipo de fútbol pierde, habrá tres días de duelo… y más si se le vuelve a tocar el tema.

Otra cosa: “Hay que dejar de creer que todo gira en torno a nosotras o que pasa algo grave con la relación”, aclara la filósofa Alonso. Una cara tensa puede ser solo señal de hambre.

14. Su obsesión con el sexo

Sí, suelen ser mirones; sí, suelen hablar del tema. ¿Pero es un asunto tan vital para ellos como parece? “Para los hombres, ver las curvas de una mujer puede ser igual a ver carros y relojes”, concluye la experta. Piensan en imágenes y en forma concreta. “El asunto nos inquieta más a nosotras, leemos sobre sexo, analizamos un encuentro íntimo a partir de mil categorías, que si muy chiquito, muy grande, muy rápido… Y todo eso llega a las conversaciones de amigas”.

15. Su miedo al compromiso

Precisamente por su condición de aventureros, les cuesta dar el primer paso para formar un hogar. Y como son concretos, se convencen del mensaje que culturalmente han recibido: que comprometerse implica perder su libertad.

A propósito… Aunque ellos sientan que una relación debe acabar, suelen ser más reactivos que activos en cuanto a sus emociones. Por eso harán lo que sea necesario para que la mujer dé la estocada final y cargue con la responsabilidad de terminar.

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