Inseguridad ciudadana: El manejo mediático del miedo

Por: Eduardo Valdés de la Fuente

El discurso de la inseguridad ciudadana se ha vuelto casi una pesadilla para las autoridades, cada cierto tiempo reflota y se vuelve a instalar en la opinión pública como un problema sin solución definitiva, pese a los esfuerzos de los gobiernos tanto de la Alianza como la Nueva Mayoría.
Sin duda, durante los últimos meses regresa con nuevos tintes y ribetes ciudadanos, impulsando a organizaciones a exigir, al son de ollas y cacerolas relucientes, que alguien se haga cargo de lo difícil que se ha vuelto vivir en comunas como Las Condes y Vitacura. Y como las buenas ideas se copian, la iniciativa del cacerolazo también desarrolló una versión local este día miércoles en la Plaza de Armas de Talca, aunque con mucho menos glamour y menos nanas puertas adentro.
Lo que llama la atención de este tipo de manifestaciones es el contraste que existe con algunas cifras sobre delincuencia: Delitos de mayor connotación social, tan en boga en estos días, como el robo de vehículos motorizados o robos a lugares habitados han disminuido en relación con el año pasado. Pese a ello, hoy nos parece que van en ascenso y que los antisociales cada vez tienen más chipe libre para delinquir y reincidir. Hecho curioso, puesto que el mito de la puerta giratoria –tan arraigado en el discurso de la población–tambalea si observamos que Chile está en el segundo puesto de los países de la OCDE con más presos por cada 100 000 habitantes (solo superado por Estados Unidos).Entonces, si en términos generales la delincuencia ha disminuido, ¿por qué somos testigos de este tipo de espectáculos que nos recuerdan a las escenas de la película Machuca?
Al parecer, todo este revuelo y psicosis colectiva responden más a la percepción de inseguridad con la que se vive que ante una real posibilidad de experimentar un robo, un asalto o un homicidio y en ello radica su principal particularidad. Como se trata de una percepción y no de hechos o experiencias concretas, puede ser alimentada desde distintas vertientes, función de la que se ocupan diversos actores de la sociedad. Inicialmente, tenemos a la Fundación Paz Ciudadana, la cual instaló este discurso durante los 90 y que con el pasar de los años se ha convertido en prácticamente la única voz autorizada en materia de seguridad. En segundo lugar, hay algunos grupos que han demostrado particular interés por este tipo de temáticas como Juntos contra la delincuencia, liderado por el senador Alberto Espina (RN). Y, en tercer lugar, y quienes han sido los principales responsables de mantener a la población en estado de alerta, han sido los medios de comunicación. Ya sea la televisión o la prensa escrita, ambas tienen un particular fetichismo por la crónica roja y los casos policiales.
En ese sentido, no es de extrañar que en la mayor parte de los periódicos locales, tanto en su versión en línea como impresa, la sección policial sea la más nutrida y actualizada. Sin embargo, esta solo reúne temáticas que sirven de carbón para aumentar el humo del discurso de la inseguridad. Nada se publica acerca de los abusos cometidos por las fuerzas del orden, el violento trato de Carabineros hacia la ciudadanía y la fuerte represión a los movimientos sociales. Aquí me quiero detener y expresar la indignación que me produjo la liviandad con que la televisión trató el asesinato de Nelson Quichillao, trabajador de la CTC, a manos de las Fuerzas Especiales el pasado viernes. Por su parte, los medios locales ni siquiera consideraron que esta noticia fuera digna de publicarse. Nadie dijo nada.
Al parecer las únicas noticias que merecen ser publicadas son las que sumergen a las personas en la desconfianza y la estigmatización. Como reflejo de ello, este miércoles sobraron los artículos sobre el aumento de asaltos e índices de delincuencia en las distintas ciudades del Maule, quizás preparando el ambiente para el cacerolazo. El peligro que encierra esto es que detrás del discurso de la inseguridad se esconden las ideas que legitiman el fortalecimiento de las instituciones policiales y del orden, junto con su subsecuente inserción en nuestra vida cotidiana. Hecho que, a su vez, puede terminar justificando horrendos crímenes como el asesinato de trabajadores que, al igual que Nelson Quichillao, ejerzan su derecho a luchar por condiciones laborales más dignas.

1 Comment

  1. Los datos duros te dan toda la razón. Los niveles de delincuencia no se han incrementado, pero la percepción de inseguridad si, por lejos y eso se lo debemos a los medios de comunicación, pues mostrar noticias policiales aumenta el rating, hecho que ha sido ratificado por los mismos conductores de noticieros. Al final, siento que esto obedece a una cortina de humo, para desviar la atención de cosas concretas y graves, como lo es el poncho que le quedó grande al gobierno y el incesante cagazo que mantiene la clase política: Es grave que un fiscal sea considerado un héroe de la ciudadanía por perseguir delitos tributarios de la clase política. Un fiscal fue ovacionado en la vendimia de curicó por lo mismo y eso que sólo era un mero espectador. En conclusión: si, se maneja todo esto al antojo de poderes fácticos y de una clase política que se encuentra bajo el brazo y sobandoles el lomo. Saludos!

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