1. Tienes el metabolismo rápido
Algunas mujeres nacieron con suerte (gracias a la genética) y tienen un metabolismo rápido con un gasto calórico superior al normal. Otras tienen que trabajar duro, haciendo ejercicio y comiendo muy sano para que su metabolismo queme todo lo que ingieren. Si eres de las afortunadas, es totalmente normal que sientas hambre constantemente; si tu cuerpo tarda muy poco en procesar la comida, la sensación de vacío es persistente.
2. Comes demasiados alimentos procesados
El pan blanco, las galletas, la bollería industrial, incluso los aderezos para las ensaladas, provocan picos de azúcar en la sangre y, en vez de saciarte, te hacen sentirte más hambrienta que antes de hincarles el diente. ¿El por qué? Los alimentos ricos en azúcar provocan adicción, ya que tu cuerpo los asocia como recompensas para mejorar tu estado de ánimo. Por lo tanto, cuanto más los comas, más te los pedirá tu cuerpo. Limita la cantidad de alimentos procesados que ingieres y apuesta por la comida natural. ¡Te sentirás saciada por mucho más tiempo!
3. Tus hormonas están alteradas o fuera de control
El síndrome premenstrual nos afecta a todas, pero además existen otras hormonas que pueden aumentar tu apetito. Por ejemplo, tener hipertiroidismo, una glándula de tiroides hiperactiva, puede hacerte sentir hambrienta constantemente. La hipoglucemia (niveles bajos de azúcar en sangre), así como la prediabetes o la diabetes también pueden causar picos de hambre.
4. Confundes hambre con apetito
“¡Estoy muerta de hambre!”, “¡Tengo mucho hambre!”, si eres de las que utiliza estas frases a la ligera cada día, lamentamos decirte que estás equivocada; el hambre no es lo mismo que el apetito y tienes que aprender a identificarlo. El hambre es un impulso biológico primario asociado con los síntomas físicos, tales como el dolor de cabeza, los temblores y contracciones intestinales que conducen a esa hambre y al gorgoteo de tu estómago. En cambio, el apetito es una unidad psicológica en la que la persona desea un alimento particular y lo busca. Para que te hagas una idea más visual de la diferencia, si llegas a casa y te comes las lentejas quemadas de tu madre de una asentada, ¡eso si que es hambre! Si llegas y le pones pegas al plato, es que no tenías tanto hambre como asegurabas…
Fuente: Woman’sHealth