Emprender no tiene edad ni límites

Cuando emprender se vuelve la única alternativa para salir adelante, no hay ninguna limitación para llevarlo a cabo.
Muchas pueden ser las razones por las que se independizan las(os) chilenas(os), pero existe un patrón que se repite: Todos desean mejorar su calidad de vida, tener más tiempo para pasar con su familia, ser sus propios jefes y estabilizar la economía del hogar.

En Fondo Esperanza (FE), la comunidad de emprendimiento solidario más grande de Chile, se derriba el mito que para comenzar a ser microempresario es necesario ser joven y tener experiencia en administración. Entre los requisitos para entrar a FE, se encuentran el hecho de tener un negocio formal o informal funcionando y tener las ganas de hacerlo crecer. Se apuesta por la capacitación y el aprendizaje continuo; contar con la confianza de que con esfuerzo se puede llegar lejos.

Varios son los casos de éxito. Sin ir más lejos, en Talca vive Maranatta Espinosa (41), una entusiasta emprendedora que desde los 12 años acompañaba a sus padres a vender de forma ambulante en distintos lugares de la zona. Por ello, no es extraño que sea una mujer independiente y que gran parte de los habitantes de la ciudad, la conozcan.

“Llevo mucho tiempo en esto. Es un trabajo muy esforzado, pero de alguna forma hay que salir adelante”, relata. A pesar de su corta edad, ella sentía que podía aportar en su casa y, tiempo después, en la familia que decidió formar. “Sobre todo, porque hace cuatro años enviudé y me transformé en la jefa de hogar”, detalla.

Según ella, su crecimiento junto a FE se refleja en la materialización de un gran sueño. “Gracias a Fondo Esperanza ahora tengo mi propio local cerca del terminal de buses”, confiesa. Bazar “El milagro”, funciona desde el año pasado en el persa de la ciudad. “Vendo de todo un poco: ropa, accesorios y artículos de regalo”, cuenta.

Maranatta es una de miles de mujeres que debe compatibilizar su trabajo, su casa y el cuidado de sus hijos: “Muchos me han visto vender desde pequeña y me felicitan por este logro, porque saben que soy una mujer que empezó de la nada”.

En Rauco, vive Irma Molina, una empeñosa madre de cuatro hijos que con 67 años ha sacado adelante a su familia, dedicándose a su fuente de soda “Doña Irma”. Su paso por FE ha marcado una trayectoria como emprendedora, pudiendo invertir en equipamiento, insumos y todo lo necesario para abastecerse.
Diariamente ofrece a sus clientes comida casera, completos y churrascos que no dejan indiferente a nadie en su local, ubicado en un club deportivo de la comuna. “Durante 10 años Fondo Esperanza ha sido mi familia. Estoy muy agradecida por todo lo que me ha dado. En otros lados piden miles de papeles y acá no. Ellos depositan la confianza en uno y nos facilitan emprender con alas propias”, sentencia.

Todas son mujeres que han sorteado los obstáculos que a cada una le ha puesto la vida. A pesar de que una debió luchar para tener su puesto de venta y la otra debió reinventar su actividad comercial, no han dado pie atrás y han sabido potenciar sus capacidades, administrar sus emprendimientos y mantenerlos en el tiempo. Siempre acompañadas de Fondo Esperanza.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *